Con la pandemia que estamos sufriendo en el mundo, no podían faltar bulos sobre alimentación en relación con la cura del COVID-19, que no tienen fundamento científico alguno como el consumo de agua con limón o gárgaras con bicarbonato.
Desde la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética de MD Anderson Cancer Center Madrid – Hospiten, nos gustaría facilitar una serie de respuestas y aportar documentos de consenso desarrollados por sociedades científicas, que aportan una serie de criterios de soporte con aval científico para los pacientes que han sufrido la enfermedad con diferentes grados de afectación, además de alguna recomendación para los pacientes oncológicos.
En primer lugar, la alimentación no es un elemento terapéutico de la enfermedad sino un soporte limitado a la situación clínica de cada paciente infectado. Dentro de la sintomatología los pacientes pierden el sabor y olor no gradualmente, sino de forma espontánea y hay algunos que incluso tardan mucho en recuperarlo, con lo cual comen menos y esto genera a la vez una pérdida de peso a expensas de masa grasa y muscular (sarcopenia) en diferente grado.
Como norma general y siempre que la situación clínica lo permita, ya que muchos pacientes presentan disnea (falta de aire en los pulmones) importante, se recomienda mantener una dieta saludable con los componentes de la dieta mediterránea, ingiriendo al menos 2 platos de verdura completa, proteína de origen animal y vegetal (legumbres) al que podemos añadir ensalada, 2 piezas de fruta al día como mínimo y un lácteo fermentado preferiblemente.
También es conocido que los tratamientos producen diarreas muy ácidas y alteración de las enzimas hepáticas, además de elevación importante de la transferrina, en lo que respecta a los factores alimentarios. Por otro lado, sabemos por estudios de investigación que se produce un importante estado inflamatorio celular producido por interlukinas y caquectinas.
Para mejorar los efectos secundarios del tratamiento, se ha de tener en cuenta lo siguiente:
- No tomar alimentos excesivamente calientes, ya que empeoran la sensibilidad al sabor.
- Disminución de alimentos que aporten grasas saturadas.
- Reducción de sal y alimentos ricos en hierro.
- Disminución de alimentos ricos en fibra si persiste la diarrea y por supuesto hidratarse bien tratando de evitar tener sed.
Algunas publicaciones científicas recomiendan el aporte de suplementos nutricionales mediante dietas orales enterales saborizadas, en formato líquido, crema o polvo, dependiendo el grado de disnea y disfagia, con composiciones estándar 1Kcal/ml o bien modificando el aporte de proteínas en forma de péptidos y cambios en los hidratos de carbono, para evitar la diarrea. También se aconseja un aporte de vitamina D, dependiendo siempre de la situación clínica del paciente.
En los pacientes oncológicos hay que hacer cambios para adecuarse a cada situación. Por poner un ejemplo, en el paciente gastrectomizado hay que disminuir el aporte de sopas o cremas, ya que estas pueden producir sensación de plenitud e impedimento para continuar la comida. Por otro lado, a los pacientes con tumores de cabeza y cuello que se alimenten por sonda se debe continuar administrando los suplementos que estuviesen utilizando y adaptarlos si precisasen también tratamiento por COVID-19 en función de la sintomatología que produzca. De momento, no hay indicaciones con evidencia científica del empleo de inmunonutrientes, o suplementos vitamínicos específicos.
En los siguientes links, pueden leerse las últimas recomendaciones de consenso de las sociedades científicas relacionadas en el ámbito de la nutrición con alimentación en pacientes oncológicos con COVID-19 y en población general.
https://www.espen.org/files/Espen_expert_statements_and_practical_guidance_for_nutritional_management_of_individuals_with_sars-cov-2_infection.pdf
http://www.efad.org/media/1935/alimentacioncoronavirus.pdf
Dr. Pedro José Robledo, responsable de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética de
MD Anderson Cancer Center Madrid – Hospiten.