Fármaco muy utilizado en la terapia contra el dolor. Es un analgésico muy potente que no tiene techo terapéutico (es decir, se puede aumentar la dosis siempre que se quiera hasta eliminar el dolor). Deberá seguir estrictamente la prescripción y consejos de su médico en su administración.
Existen falsas creencias alrededor de la morfina:
Si usted ha tomado morfina, no quiere decir que “ya no hay nada que hacer por su enfermedad” ni que “el final está cerca”. Usted toma morfina o algún derivado, porque ningún analgésico utilizado antes ha sido efectivo. Cuando su situación mejore, dejará de tomarla.
La morfina “crea dependencia para toda la vida”. Esto no es cierto, si bien, la morfina, como muchos otros medicamentos (corticoides, antidepresivos...), hay que ir retirándolos paulatinamente, para evitar efectos no deseados.
“La morfina atonta, adormece”. En este caso es posible que su médico deba reajustar la dosis, pero no suspender la medicación.
Es cierto que la morfina tiene ciertos efectos secundarios como estreñimiento, sequedad de la boca..., pero en todo caso, sus efectos terapéuticos son mayores. Su médico le advertirá de dichos efectos secundarios, y en caso de manifestarse, le hará las recomendaciones oportunas.