“Cada vez hay más supervivientes de cáncer y en muchos de ellos aparecen sentimientos de resignación o enfado ante su nueva situación, por lo que es muy importante trabajar con ellos el proceso de aceptación de la nueva realidad, aspectos de calidad de vida…”, continúa esta especialista, que asegura que no es más fácil tratar a este tipo de pacientes que a aquellos que todavía están en proceso de tratamiento de la enfermedad. “Las necesidades son distintas; no es tanto el momento en que se encuentra la persona como la sintomatología que presenta”, explica esta especialista.
Entre las principales preocupaciones que afrontan las personas que acaban de superar un cáncer, además del aspecto físico y la posible recidiva de la enfermedad, se encuentran la reincorporación laboral y el posible estigma social. “Estas personas tienen muchas angustias y dudas sobre si serán capaces de gestionar su tiempo o si podrán continuar con sus pautas de autocuidado, así como muchos miedos anticipatorios acerca de sus capacidades, fruto de la inseguridad, o frente a la incomprensión de compañeros y jefes acerca de su enfermedad, de los posibles tratamientos o de los efectos secundarios ”, apunta de la Fuente.
Sobre el estigma social, esta profesional señala la concienciación y sensibilización cada vez mayor de la población, si bien sí reconoce que todavía “hay que seguir trabajando, sobre todo a nivel de defensa de los derechos de los trabajadores, pacientes en este caso”. Además, de la Fuente quiere subrayar también que el estigma no viene solo de la sociedad, sino tambien de las propias creencias de los pacientes, un problema menos observable, pero que genera un gran impacto emocional en los pacientes en forma de inseguridades, miedos e incertidumbres.
Como señala, la clave es “estar allí cuando se produzca una afectación emocional” con el objetivo de acompañar a la persona en la toma de decisiones, en la gestión de efectos secundarios, síntomas, miedos… “Muchas personas adquieren una serie de rutinas durante el proceso de la enfermedad y después, una vez superada, les supone mucho estrés conectarse de nuevo con su vida social, familiar, sentimental y laboral”, apostilla esta profesional.
Los cambios físicos, protagonistas durante y después del cáncer
Uno de los efectos secundarios que más afectan durante todo el proceso de la enfermedad a los pacientes oncológicos son los relacionados con cambios en el aspecto físico. A día de hoy, de la Fuente apunta a que “la caída del cabello sigue siendo uno de los que más angustia a los pacientes, sobre todo porque es lo más evidente y lo que más estigmatiza, ya que se relaciona de forma más clara con el cáncer”.
Pero no es el único efecto secundario que pueden provocar los tratamientos oncológicos, que también pueden hacer a los pacientes coger o ganar peso, tener problemas en la piel (erupciones, enrojecimiento, sequedad, cambios de color…), heridas, cicatrices, cambios en las uñas e incluso amputaciones. Además, también los propios tumores, en los casos en que no pueden ser extraídos debido a su localización, pueden provocar cambios físicos muy visibles en los pacientes debido a su crecimiento y progresión.
“Estos cambios físicos son muy perceptibles y generan sentimientos de impotencia, frustración, rabia, ansiedad, tristeza, irritabilidad, cambios de humor o enfado que pueden provocar que el paciente deje de hacer su vida normal para aislarse de la vida social”, explica de la Fuente. “Aparecen sentimientos de mucha deseperanza e incluso de vergüenza por no querer mostrar y hacer evidentes estos cambios físicos”, concluye.
Para ella, la clave está en identificar y regular las emociones que sienten los pacientes frente a estos cambios físicos para, entonces, trabajar en la aceptación de los mismos, proporcionándoles nuevas estrategias de afrontamiento más saludables. “No se trata de ayudarles a que no sientan miedo, sino de enseñarles qué hacer frente a determinadas emociones”, apunta.
El cuidado de los hijos y el sentimiento de culpa
El núcleo familiar es uno de los que suele verse más afectado ante un diagnóstico de cáncer. En el caso de la pareja, se produce un cambio de roles que puede producir sobrecarga en el miembro de la pareja no enfermo, que puede sentir culpabilidad, enfado o irritabilidad. “Se suelen producir problemas de comunicación, complicaciones a nivel sexual, conflictos interpersonales por las gestiones con los hijos…”, destaca de la Fuente, quien también señala un mayor acercamiento entre los miembros de la pareja. “Es muy importante conocer cómo estaba la pareja antes de que apareciera el proceso oncológico para actuar de una u otra forma”, asegura.
En cuanto al cuidado de los hijos, son comunes los sentimientos de culpa, tristeza, frustración o impotencia en la persona en tratamiento oncólogico. “El paciente quiere estar más tiempo con sus hijos y dedicarles más cuidados, pero muchas veces no puede porque está muy cansado o por un ingreso hospitalario”, destaca de la Fuente. “Son efectos secundarios que para los pacientes son realmente efectos primarios, ya que son los que de verdad les están afectando en su vida diaria”, recuerda esta profesional.