Muchas de las personas que se acercan a nuestra consulta no lo hacen preocupadas por sí mismas, sino por sus hijos. Suele tratarse de pacientes de cáncer que, preocupados por la alta incidencia de otros casos en su familia, temen transmitir la enfermedad como una herencia.
La predisposición al cáncer se hereda como cualquier otro rasgo. De la misma manera que no todos los hijos heredarán el color de los ojos del padre o de la madre, así sucede también con el cáncer. Las células humanas contienen unos 30.000 genes distintos. Cada persona dispone de dos copias de cada uno de esos genes en sus células: una proviene de su madre y la otra del padre. A la hora de procrear, transmitimos a la descendencia una copia de cada pareja de genes que, junto con la copia aportada por el otro progenitor, conformarán el genoma completo y único que define al nuevo ser humano.
La inmensa mayoría de las mutaciones cancerígenas heredadas de nacimiento afectan a uno sólo de los genes de cada par, y es el azar el que determina si transmitimos la copia mutada o la copia sana a cada uno de nuestros hijos. Así, es perfectamente posible, ante la existencia de una mutación cancerígena en el padre o en la madre, que un hermano la herede y esté, por tanto, predispuesto a la aparición del cáncer, mientras que otro de sus hijos reciba dos copias sanas del material genético y no tenga más riesgo de contraer cáncer en el futuro que la población general. Es por eso que el dibujo de la predisposición genética al cáncer de una familia no está completo sin el estudio de todos sus miembros.
Forma parte de nuestro trabajo asesorar a nuestros pacientes sobre el riesgo de transmitir a la descendencia las mutaciones que hayamos diagnosticado y discernir, cuando hay hijos, cuáles han heredado las mutaciones y deben ser vigilados en el futuro.
Continuará…
Dr. Ricardo Cubedo. Responsable de la Unidad Multidisciplinar de Cáncer Hereditario