Cirugía
La intervención quirúrgica para tratar el cáncer de riñón se denomina nefrectomía. Dependiendo del tamaño, localización y estadio del tumor, el oncólogo quirúrgico puede decidir extirpar todo el riñón (nefrectomía radical) o solo la parte afectada por el cáncer(nefrectomía parcial).
En el cáncer de riñón avanzado o metastásico, la cirugía puede ser útil junto con otros tratamientos.
Nefrectomía radical
La nefrectomía radical consiste en extirpar el riñón en su totalidad. Hay dos tipos:
Cirugía convencional o “abierta”: se efectúa una incisión de 10-12,5 cm en la zona lumbar. El cirujano extirpa todo el riñón a través de esta incisión.
Nefrectomía radical laparoscópica (NRL): se realiza una pequeña incisión para introducir un laparoscopio, un tubo delgado que lleva una cámara que permite al cirujano visualizar el campo de tratamiento en un monitor. Se practican otras incisiones pequeñas para introducir instrumental quirúrgico en miniatura con el fin de extirpar el riñón. Sus ventajas comprenden un menor tiempo de hospitalización (tres días en lugar de una semana), un menor tiempo de recuperación y una menor pérdida de sangre que con la cirugía abierta.
Nefrectomía parcial
En una nefrectomía parcial tan solo se extirpa la porción cancerosa del riñón, junto con un borde de tejido sano. Se emplean estudios de imagen antes del tratamiento para determinar lo que se extirpará, así como ecografía para detectar otros tumores durante la intervención quirúrgica.
Al igual que la nefrectomía radical, este procedimiento puede realizarse por métodos tradicionales o laparoscópicos. La nefrectomía parcial laparoscópica (NPL) sigue considerándose en fase de desarrollo.
Los candidatos a nefrectomía parcial se seleccionan a tenor de una localización favorable del tumor, los problemas de salud concomitantes que podrían afectar al resultado del tratamiento y el deseo del paciente de conservar el riñón. La nefrectomía parcial es la mejor opción para los tumores de 4 cm o menos de tamaño. Las tasas de recidiva con ambos tipos de nefrectomía parcial rondan el 5%.
Técnicas de ablación con energía
Otra técnica de cirugía mínimamente invasiva utiliza la energía del calor o frío para tratar in situ los tumores, sin necesidad de extirpar el riñón.
La crioablación congela el tumor a -150 ºC con una sonda fina y larga que se introduce en el tumor. Se precisa una vigilancia estrecha con radiografías u otros estudios de imagen para garantizar que se ha destruido el tumor. La crioablación es ideal para los tumores renales más pequeños en pacientes considerados de alto riesgo quirúrgico.
La ablación por radiofrecuencia (ARF) es similar a la crioablación, pero se emplea calor, en lugar de frío, para destruir el tumor. La ARF tiene un buen potencial en los pacientes adecuados.
Radioterapia
La radioterapia tiene una utilidad limitada en el tratamiento del cáncer de riñón. Los tumores renales no son muy sensibles a la radiación, pero los riñones sanos sí, por lo que la radioterapia como tratamiento de primera línea no es viable.
En algunos casos, la radioterapia se emplea como tratamiento paliativo, para disminuir el dolor y otros síntomas de un cáncer de riñón avanzado que se ha diseminado al hueso u otras partes del cuerpo.
Quimioterapia
La quimioterapia suele ser ineficaz contra los tumores renales, pero puede tener utilidad en el tratamiento de tumores metastásicos que se han diseminado a pulmones, huesos, cerebro o ganglios linfáticos. En estos casos se combinaría la quimioterapia con cirugía u otro tratamiento localizado. Una combinación de gemcitabina y capecitabina para tratar el carcinoma renal metastásico se ha evaluado en varios ensayos clínicos y también podría analizarse la eficacia de otros quimioterápicos en el tratamiento de las metástasis.
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Inmunoterapia
Una parte importante de la investigación sobre el cáncer se ha dedicado a la inmunoterapia, que emplea los mecanismos de defensa del propio organismo para combatir el cáncer. Todas las células poseen marcadores proteicos, denominados antígenos, en su superficie que las identifican como "normales" o "extrañas". La presencia de antígenos extraños (como las células cancerosas) en el organismo provoca una reacción química compleja en la que intervienen los linfocitos y otras células que defienden el organismo de las enfermedades. Algunas de estas células defensoras producen anticuerpos, que buscan y destruyen antígenos específicos.
Las inmunoterapias se diseñan para manipular la respuesta inmunitaria antígeno/anticuerpoactuando sobre antígenos presentes en tipos concretos de células tumorales. A medida que los investigadores identifican más de estos antígenos específicos de tumores, trabajan para desarrollar fármacos dirigidos exclusivamente contra esas células.
Existen dos tipos básicos de inmunoterapia:
El tratamiento con anticuerpos se dirige contra antígenos específicos. Rituximab y Herceptin son ejemplos de tratamientos con anticuerpos aprobados actualmente para tratar determinados tipos de linfoma y el cáncer de mama, respectivamente.
Las vacunas contra el cáncer están diseñadas para atacar antígenos que existen específicamente en las células cancerosas. Sin embargo, muchas de estas proteínas también se expresan en las células normales. Los investigadores del MD Anderson Madrid – Hospiten están intentando “reeducar” al sistema inmunitario para que reconozca y elimine los antígenos tumorales sin afectar a las células normales.
Inmunoterapia y cáncer de riñón
El CR es muy sensible a la inmunoterapia, que se ha convertido en el tratamiento de referencia de la enfermedad metastásica. Se utilizan dos tipos de inmunoterapia para tratar el CR metastásico:
El interferón alfa es una proteína que producen los leucocitos en respuesta a una infección viral. Aumenta los antígenos presentes en la superficie de las células cancerosas, lo que las hace más vulnerables al ataque por el sistema inmunitario. El interferón es un tratamiento ambulatorio que se administra mediante inyección, la cual pueden aplicarse los propios pacientes. Los efectos secundarios del tratamiento con interferón consisten en síntomas seudogripales (fiebre, dolor muscular, dolor de cabeza y congestión nasal), depresión, cansancio y náuseas.
La interleucina-2 (IL-2) es una proteína que estimula el crecimiento de las células inmunitarias y las activa para destruir las células tumorales. El tratamiento con IL-2 en dosis altas se administra por vía intravenosa y requiere una estancia hospitalaria de cinco de días. Los efectos secundarios consisten en hipotensión (presión arterial baja), síntomas seudogripales (fiebre, dolor muscular, dolor de cabeza y congestión nasal), reducción de la producción de orina, náuseas y diarrea.
Ambos tratamientos solo tienen un efecto general, no dirigido, sobre el sistema inmunitario y sus efectos secundarios intensos no son bien tolerados por muchos pacientes. Ambos tratamientos deparan una tasa de respuesta de aproximadamente el 15%, pero quienes responden lo hacen de manera muy llamativa.
Tratamientos dirigidos
Los tumores renales son muy vasculares (ricos en vasos sanguíneos). Se basan en un proceso denominado angiogenia para crear su propia red de vasos sanguíneos, lo que permite que el tumor crezca. Estos vasos sanguíneos tienen características singulares que los hacen vulnerables a fármacos diseñados específicamente para actuar sobre ellos sin dañar los vasos sanguíneos normales.
Se han desarrollado diversos compuestos "antiangiogénicos" para aprovechar este proceso, tales como bevacizumab (AvastinTM) y sorafenib (Nexavar®). Se trata de simples ejemplos del campo en expansión de los tratamientos dirigidos contra vulnerabilidades específicas del tumor, con menos efectos secundarios que la quimioterapia o inmunoterapia tradicional.